Un par de monjes habían crecido juntos en el templo. Las enseñanzas habían calado profundamente en su alma y por ello se habían destacado entre todos.
Laum tenía la fortaleza de la rectitud y la firmeza. Era rígido consigo mismo y también con los demás. Rakum por su parte era más relajado, pero en su alma las enseñanzas tenían un sentido más espiritual y se ramificaban en cada aspecto de su vida.
Ambos recibieron el encargo de llevar un recado al príncipe Amón de las montañas vecinas y que aprovecharan para demostrar a quienes lo vieran los valores de los monjes. Quizás encontrarían a alguien con el espíritu para unirse al templo o quizás simplemente dieran el ejemplo de lo que significa ser humano. En todo caso ser monje significaba ser embajador de sus valores y ellos como los primeros de su clase debían demostrarlo.
Tomaron el mensaje de para Amón y partieron a su misión que le llevaría al menos una semana.
Los campos de Sahum y los monjes
Durante su travesía, en los bellos campos sembrados de Sahum encontraron a varios campesinos. Se encontraban en un problema porque la temporada de siembra casi terminaba y por falta de semillas no habían iniciado a tiempo.
Los campesinos en su desespero le ofrecieron comida y dinero a Laum y Rakum. Mientras Rakum se aferraba a la entrega del mensaje, Laum aceptó ayudar a los campesinos un par de días. Rakum estaba molesto con Laum pero se calló. Se unió a Laum para ayudar a los campesinos y dos días después habían terminado. La fortaleza de ambos deslumbró a los campesinos. Uno de ellos se convenció que enviaría a su hijo al templo para que se convirtiera en un honorable monje como aquellos que habían salvado su siembra.
Los campesinos les dieron un caballo para que pudieran llegar más rápido a su próxima parada. Los dos días de trabajo serían compensados con el viaje a caballo.
La ciénega de Sie Chen y los monjes
Cuando llegaron a la Cienega de Sie Chen ambos Monjes recogieron el ruedo de sus kasayas para evitar que se llenaran de barro. El lodo era profundo. En su camino encontraron a una joven madre y su hijo varados en un punto de la ciénega que era demasiado profundo para atravesarlo con seguridad. Aunque ellos no debían seguir ese camino Laum le ofreció su ayuda. Rakum calló nuevamente, aunque su rostro mostraba incomodidad.
Laum cargó a la madre sobre sus hombros, mientras Rakum llevó al bebé en sus brazos. Al atravesar ese punto de de la ciénega ambos estaban muy sucios. La madre les ofreció su casa para que se lavaran y un par de Kasayas dejadas por monjes que habían pasado por allí hace mucho tiempo, cuando ella sólo era una niña. Ella les agradeció el favor y les pidió que le llevaran recado al templo para su hermano Liu Mau, quien desde muy pequeño fue llevado para ser entrenado y no había vuelto a ver.
Laum conmovido le dijo “considerelo hecho”. La madre aseguró que enviaría a su hijo a convertirse en un monje igual que lo había hecho su hermano en honor a aquellos nobles hombres.
Ambos monjes vestidos con sus nuevas Kasuyas siguieron por el nuevo camino que los llevaría más rápido. Por ese camino ya no había pantano.
Amón y el recado de los monjes…
Al llegar se encontraron con una sorpresa. El príncipe Amón estaba junto a su maestro muy tranquilos tomando el té. Allí estaban ellos para dar un mensaje que quizás ya había sido dado por su maestro:
- ¿No tienen un mensaje para el príncipe? – Les preguntó su maestro.
Rápidamente Laum y Rakum le entregaron el sobre y se arrodillaron ante Amón y su maestro. Se sentían avergonzados. Quizás se habían demorado demasiado en llegar.
Rakum estaba desesperado por quitarse la responsabilidad del retraso. Laum estaba desesperado por asumir la responsabilidad.
Amón se rió fuertemente después de leer el recado… Después de un rato lo leyó en voz alta y decía “el secreto de la felicidad es cooperar con lo inevitable”. Una vieja lección que les había dado al maestro hace mucho… Ellos todavía no entendían.
- ¿Podrían contarnos su travesía? – Les pidió el maestro.
La responsabilidad que llevamos a cuestas
Laum procedió a asumir la responsabilidad de todo lo ocurrido y les dijo que, aunque Rakum estaba molesto lo ayudó en cada caso.
Rakum se sentía acusado por lo cual dijo:
- Tenía en mi mente nuestra misión. Eso era todo lo que quería cumplir para honrarle maestro. Además, Laum cargó a esa mujer joven y hermosa. Nosotros debemos mantenernos lejos de las mujeres, son una tentación y son peligrosas para nuestro compromiso.
El maestro analizó las palabras de ambos… Tanto Amón como el maestro comenzaron a reír a carcajadas.
Elegir lo que llevas a cuestas
Entonces el maestro le respondió a Rakum:
- Entiendo que Laum cargó a la mujer sobre sus hombros para ayudarla a atravesar la ciénega y la dejó al otro lado, en su casa. ¿Pero Rakum por que tu sigues cargando con ella?
Rakum se dio cuenta que no había dejado de pensar en la mujer. Se encontraba profundamente perturbado, los deseos del monje lo tracionaban.
Entonces el maestro prosiguió:
- Laum pudo elegir quedarse, pero estaba consciente de su misión. Aquella mujer a la que ayudaron a atravesar la ciénega es su hermana… ¿Verdad Li Mau?
Laum bajó la cabeza asintiendo. El encuentro con su hermana lo había conmovido, pero no lo había desviado de su destino final. Finalmente, el maestro concluyó:
- Su otra misión fue la de ser embajadores de nuestro templo, no la de impresionarme a mi, cosa que desempeñaron excelentemente. Aún así Rakum te encomiendo que medites y consideres tu próximo paso. Puedes seguir en el templo o puedes dejarlo y seguir a la hermana de Li Mau. No hay decisión mala o buena. Eres un gran hombre, recto y probo. Pero no puedes cargar con tu Kasuya y con la mujer de la ciénega a la vez… ¿Cuál eliges?
Rakum se retiró a meditar esperando encontrar una respuesta, pero el final de esta historia se perdió entre los pergaminos sagrados. Lo único que podemos estar seguros es que Laum y Rakum serían hombres de bien y felices eligieran lo que eligieran siempre que lo eligieran con el corazón. Seguirían siendo embajadores del templo hasta el final de sus vidas.