El joven Li Mu Bai había llegado hacía ya varios años a una de las más famosas comunidades budistas del de la región norte del Tibet. Desde pequeño soñaba con convertirse en un respetado maestro del budismo. En aquella pequeña comunidad ansiaba convertirse en un monje ejemplar, el mejor… Lo que no sabía el aspirante a monje es que se encontraría un helado de chocolate en su camino…
Todos los días, a la hora de comer, le preguntaba a su maestro cuánto le faltaba para convertirse en un verdadero monje budista.
“Todavía no estás preparado Li Mu Bai, primero debes trabajar la humildad. Para ser un monje budista debes dominar tu ego”, le respondía su maestro.
¿Humildad y Ego? El joven no entendía por qué el maestro hacía referencia a la humildad como una carencia. Siempre se humillaba ante su maestro y asentía diligentemente a las enseñanzas de los monjes. Él creía que merecía ascender en su camino espiritual. Meditaba sin descanso y leía a diario las enseñanzas del Buda más que cualquiera de sus compañeros.
La meditación
Pocos días después, el maestro les planteó al grupo de discípulos un ejercicio para darle la oportunidad de mostrar sus avances. Antes comenzar la meditación el monje les dijo: “Quién medite mejor tendrá como premio un helado de chocolate”.
Tras unos minutos de revuelo, los jóvenes comenzaron a meditar. Li Mu Bai estaba seguro de que lo lograría, se propuso ser el que meditara mejor de todos sus compañeros.
“Le demostraré al maestro que estoy preparado para la ordenación como monje, y además me comeré el helado de chocolate”.
Li Mu Bai cerró los ojos y se centró en su respiración… Pero cada vez que comenzaba visualizaba un gran helado de chocolate que subía y bajaba, se acercaba y alejaba, tentándole.
“Tengo que dejar de pensar en el helado u otro lo ganará” pensaba ansioso.
Con gran esfuerzo, Li Mu Bai meditaba por varios minutos en los que se concentraba en la respiración; pero sin aviso le llegaba la imagen un monje chuperreteando el helado de chocolate. “¡No!, debo ser yo quién lo consiga!” se angustió el discípulo.
Después de la sesión de meditación ¿El monje conseguirá el helado?
La sesión finalizó y el maestro dijo: “Todos lo hicieron muy bien, salvo un monje que pensó demasiado en el helado de chocolate, es decir, en el futuro”.
Li Mu Bai acongojado dijo:
- Maestro, yo estuve pensando en el helado y no pude concentrarme. Lo admito. ¿Pero cómo puede saber que fui yo quien pensó demasiado?
- No lo sabía… Pero sí puedo ver que te has sentido tan aludido como para levantarte e intentar situarte por encima de tus compañeros. Así es como actúa el ego: se siente atacado, cuestionado, ofendido… y pretende tener razón en el juego de ser superior a los demás.
Li Mu Bai entendió que todavía le quedaba mucho por aprender…
El monje sin el helado de chocolate
Li Mu Bai siguió trabajó en sus impulsos, en su humildad y su ego. Ya no lo hacía para “ser mejor que los demás” sino simplemente para “ser mejor”. Vivió el presente y dejó de intentar superar a los otros. Li Mu Bai entendió era mejor no construir su identidad a través de sus logros.
Con trabajo y paciencia trabajó en ser mejor sin compararse con los demás.
Un día como cualquier otro su maestro le anunció que por fin estaba preparado para ser ordenado como monje. Con serena alegría recibió un mensaje, que en otra época le hubiera hecho sentir superior.
Cuando llegó al templo para la ceremonia no encontró a nadie. No había ningún monje, pero sobre una pequeña tarima había un helado de chocolate. Li Mu Bai se acercó, tomó el helado y consiguió disfrutarlo sin pensar en nada más… agradecido y sin sentirse decepcionado.
Cada persona tiene su propia versión del “helado de chocolate”. Es el futuro, los sueños y aquello que anhela conseguir. El problema es que tener la mente puesta en el “helado de chocolate” nos impide disfrutar del presente.
Incluso nuestro anhelo por el “helado de chocolate” puede ser en si mismo obstáculo para conseguirlo…
A veces confundimos nuestros logros con nuestro valor. En ocasiones construimos nuestra identidad alrededor de nuestros éxitos. El ego nos empuja a querer “ser mejor que los demás”. En este estado nos ofendernos si alguien nos señala algún fallo…
Si desactivamos nuestro ego automáticamente abandonamos la necesidad de criticar, discutir, competir o juzgar. De esta manera salimos del rol de víctima y del sufrimiento que conlleva no cumplir con las expectativas del ego, que no son más que nuestras propias expectativas.
Si desactivamos el ego conseguiremos disfrutar del presente y también de los “helados de chocolate” cuando lleguen.
Quizás los cuentos para crecer nos ayuden a enfocarnos en el presente y no en los helados de chocolate…