Después de ganar varias competencias de tiro al blanco, un joven y presumido campeón se sentía imbatible.
Con aquella gran confianza, el joven desafió a un monje, maestro del Zen, famoso por su habilidad como arquero. El joven demostró una habilidad técnica muy buena, cuando en su primer intento impactó el centro del blanco. Su segundo tiro fue igualmente perfecto y le dijo al anciano:
- ¡Allí lo tiene! Dos tiros perfecto al primer intento… ¿Cree que puede igualar eso? – dijo riéndose del maestro Zen.
Imperturbado, el monje zen no sacó su arco. y ni siquiera dijo una palabra ante la burla del joven. Sólo le hizo un gesto para que lo acompañara a la montaña.
El viaje a la montaña del arquero y el monje Zen…
Curioso sobre las intenciones del maestro Zen, el joven campeón lo siguió, hasta que llegaron a un profundo abismo atravesado por un débil e inestable tronco.
El viejo maestro caminó tranquilamente hasta el centro del frágil y peligroso puente, escogió un lejano árbol como blanco, sacó su arco, y disparó un tiro limpio y directo.
- Ahora es su turno, – le dijo mientras regresaba distinguidamente hasta suelo seguro.
El joven miró con terror el abismo sin fondo y no pudo forzarse a caminar sobre el tronco, ni menos disparar al blanco.
- Usted tiene mucha habilidad con su arco, – dijo el maestro, notando el aprieto de su desafiante – pero tiene poca habilidad con su mente, que le deja aflojar el tiro.
Nuestra habilidad es capaz de ayudarnos a realizar las tareas más difíciles. Pero sin una mente afilada nuestra habilidad es inestable como las mareas que van y vienen. Calmar nuestro espíritu y nuestra mente es como convertir en piscina el mar… Aguas quietas y cristalinas donde podemos ver el fondo…
Entrenando nuestra mente seremos capaces de sacar el máximo potencial de nuestras habilidades. Para ello debemos viajar a nuestra «montaña personal» para entrenar nuestra mente en situaciones retadoras.
Por eso, los cuentos para crecer están allí para guiarnos por la senda de la paz espiritual y el equilibrio.